INTENSA RUTA POR LA DEHESA BOYAL DE FONTANAREJO PARA REMEMORAR DESDE LOS ANCESTRALES “JOTRILES”, ADOBERAS, “POSTUEROS”, CHOZOS Y CARBONERAS HASTA LOS ANTIGUOS JUEGOS DE LA “BURRIA” Y EL “TRINQUETE”

23 06 2016

NUESTRO PAISANO ÁNGEL ALCAIDE ESPINOSA NOS GUIÓ POR UN MITICO PARAJE QUE ALBERGA  INTERESANTES  RINCONES, INCOMPARABLES PAISAJES, DURAS VIVENCIAS AGROPECUARIAS Y EMOTIVOS RECUERDOS

Justo Muñoz

La Dehesa boyal de Fontanarejo, además de albergar un singular paraje natural y paisajístico, guarda un gran patrimonio etnográfico local que tiene que ver con las viejas tareas agropecuarias, con antiguas costumbres que van desde los míticos chozos y carboneras hasta los ancestrales juegos del «Trinquete» y la «Burria”.

Para conocer de cerca tanta riqueza medioambiental y costumbrista hicimos a mediados del pasado mes de mayo una interesante ruta por la zona norte de la dehesa acompañados y guiados por nuestro paisano Ángel Alcaide Espinosa. Una caminata que completaba el paseo que realizamos hace ahora dos años por la parte sur-oeste.

Ángel ha sido, entre otras muchas cosas, vaquero y cabrero durante más de 40 años en tan apreciado recinto por lo que, sin duda, atesora una gran experiencia que, además, trasmite con precisión, emoción y con una lucidez envidiable a sus 77 años que cumplió hace poco. Nuestro particular guía, que recibió el pasado 30 de abril el galardón “Romero Cencío” por haber sido uno de los últimos cuidadores de los atajos comunales de nuestro pueblo, (el cabrero, concretamente), nos dio una gran lección de sabiduría ganadera y ruralista durante las más de cuatro horas que duró el recorrido. Ello nos permitió por un lado disfrutar de interesantes rincones e incomparables paisajes; y por otro escuchar o recordar acontecimientos e historias que, en algunos casos, impresionan pues tienen que ver con «noches de lobos» o con penurias y calamidades.

Entre los lugares que «pateamos»  cabe citar la «Cañá del Espirotal” Peña Gorda, la “Cañá Quemá”, la Hoya Honda, el Cerrillo Alto, el Soto, la Erilla de Guadiana, el Cerrillo de Cantos Blancos, “la Rinconá”, el Charco de los Muertos, el Chozo de las Tapias, el Barranco Mortecino, el Cerrillo de las Iniestas, la Peña de la Loma, la “Cañá Primera” etc. etc. En esta última pudimos ver las adoberas o zonas donde habitualmente se hacían los adobes con la tierra que se cavaba y a la que posteriormente se echaba paja y se pisaba con agua para lograr el barro antes de ponerlo en el molde de madera. También vimos el brocal del pozo y la antigua pila de granito que, en su día, estuvieron ubicados enfrente de la Fuente Vieja y supusieron, años atrás, una gran infraestructura para dar de beber al ganado.

Y hablando de agua, en alguno de los lugares del recorrido, como es el caso del Cerrillo Alto o de Peña Gorda, pudimos ver los cristalinos aljibes, metidos a veces entre las peñas, que tenían agua durante los meses más lluviosos y en los que los ganaderos llenaban de sus cantimploras, cubas o zaques.

LOS JOTRILES

En otro de estos rincones, como es el caso del Chozo de las Tapias, nos explicó Ángel en qué consistían los denominados «jotriles», que eran un pequeño y singular chozo que se levantaba para resguardar de los lobos a los becerros recién paridos mientras las madres estaban uncidas al arado. Estos peculiares recintos «blindados» se construían aprovechando varios chaparros que formaban un círculo y que se cubría con espirotes, zarzas y espinos. Una habilidosa protección con medios naturales para los «chotillos» en ausencia de sus madres. Oímos también, en boca de tan experimentado guía, peculiares nombres de animales como los toros “Macareno” y “Jabalín”, el perro “Quimeras»,  las vacas “Carcelera”, “Jabonera” y “Cigarrera”, la «oveja Coronela» etc. que, por lo que refirió, dejaron una recordada huella animalista entre chaparros.

En un largo recorrido marcado por los cerrillos, los “postueros”, las cañadas, las trochas, los recodos, la flora, los “sesteros”, la fauna, las «querencias» del ganado, los charcos, los arroyos etc. etc. Ángel Alcaide dedicó un momento para hablar de los antiguos juegos con los que pasaban el rato los vaqueros y pastores que llevaban su ganado a la Dehesa. Se refirió a la denominada «Burria» y al «Trinquete». Este último se practicaba lanzando con el impulso del pié las tradicionales «porras» que portaban los vaqueros, hechas con chaparros u otros arbusto. El jugador que perdía en el lanzamiento recibía los denominados «mantazos»  que eran muy celebrados por los ganadores y espectadores de tan ancestral juego.

En el caso de la denominada «Burria» era, según explicó nuestro guía,  un peculiar y juego muy similar al «golf», pues se jugaba con las  citadas «porras» y consistía en golpear una pequeña bolita, que se hacía con corcha previamente cocida muy estezada, y lanzarla lo más cerca posible de un hoyo lejano o meter la artesana bola de corcho en el gua.

También nos refirió Ángel los juegos más infantiles en los que los «vaquerillos»  se entretenían jugando en plena dehesa boyal con singulares «toros» y «vacas» elaborados con horquillas de jara y con trozos de corcha. Todo un mundo de imaginación y disfrute en tan tierna infancia.

En otro momento nos encontramos en el recorrido con viejas “horneras” o carboneras, testigos de un tiempo en los que se elaboraba en la dehesa de Fontanarejo desde el tradicional «piconcillo» hasta el carbón. Este último combustible fue muy apreciado y demandado, siglos atrás, desde la ciudad de Toledo, en un período histórico en el que se llegó a implantar un impuesto, denominado «humazgo»,  que se pagaba por el «carboneo» de las dehesas boyales en los Montes de Toledo.

Un recorrido muy interesante y didáctico que, por otro lado, sirvió para disfrutar de un paisaje y de una vegetación exultante por las lluvias caídas en el primer tramo del mes de mayo, que fue el momento de nuestro recorrido como puede apreciarse en las fotos. Un paseo salpicado a veces por los charcos,  por las gamonitas, los “espirotes”, los jarales, las «uvas de la zorra», los tomillares, las «campanitas de cañada», las margaritas, el almaraduz, los juncos, las chaparras etc… Vimos un mesto ( árbol mestizo, producto del alcornoque y la encina, parecido al primero en la corteza y a la segunda en el aspecto), que crece cerca de la “Cañá Primera”. Y terminamos comiéndonos una sartén de migas en el Aguilero con posterior tertulia. Una jornada completa y repleta de paisaje, de paisaje y también de aprendizaje.

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