ELOISA FERNÁNDEZ ROMERO RECIBE EL GALARDÓN “MONTEÑA DISTINGUIDA” 2022 EN UN ACTO CELEBRADO EN MENASALBAS

8 10 2022

LA ASOCIACIÓN CULTURAL “MONTES DE TOLEDO” RECONOCE EL GESTO DE NUESTRA PAISANA AL POSPONER SU JUBILACIÓN COMO ENFERMERA EN LOS MOMENTOS MÁS DUROS DE LA PANDEMIA DEL COVID19 Y SU TRAYECTORIA DE 43 AÑOS TRABAJANDO EN LA SANIDAD PÚBLICA

“ES UN HONOR PARA MI HABER SIDO DISTINGUIDA CON ESTE PREMIO, QUE QUIERO SEA EXTENSIBLE A TODOS LOS SANITARIOS MONTEÑOS, QUE SON MUCHOS Y MUY BUENOS PROFESIONALES”.

Merecido y aplaudido. La Asociación Cultural Montes de Toledo ha entregado el galardón “Monteña Distinguida 2022” a la enfermera fontanarejeña Eloisa Fernández Romero en un acto celebrado en Menasalbas, al que asistieron unas 400 personas.La prestigiosa entidad cultural, que acaba de cumplir 45 años en este 2022, reconoce con esta distinción el gesto de nuestra paisana al posponer su jubilación en los momentos más duros de la pandemia del Covid19 y también su trayectoria laboral al estar 43 años ininterrumpidos trabajando en la sanidad pública en nuestra provincia.

Previo a la entrega de los galardones se celebró el acto de la “XLII Llega Cultural de los Montes de Toledo”, que arrancó “al son de campana tañida”, (momento que recoge una de las fotos que ilustran este texto), rememorando así el ritual que, siglos atrás, se llevó a cabo en la Junta de Cuadrillas que tuvo lugar en Retuerta. En el encuentro de este año 2022 se dieron cita, además de 20 alcaldes de los 30 pueblos de la comarca, autoridades provinciales de Ciudad Real y Toledo, autonómicas y estatales que participaron en un acto donde se rememora desde hace 42 años las históricas “Llegas”, que recuerda la Junta de las Cuadrillas de Los Montes creadas para defender los intereses de los vecinos de los Montes de Toledo y que se celebraron desde el siglo XVII al XIX.

Tras levantarse el acta de la Llega 2022 en la que, entre otros asuntos, declara a la revista de Estudios Monteños de interés cultural para la comarca, el presidente de la Asociación Cultural Montes de Toledo, Vectura Leblic, dirigió unas palabras en las que además de otros asuntos históricos y reflexiones diversas, resaltó los 45 años que cumple la entidad.

Después se llevó a cabo el pregón y la lectura del acta de nombramientos y entrega de los títulos “Monteños distinguidos”, entre ellos el concedido a nuestra paisana Eloisa, en el apartado de Valores Humanos. Tras recoger y agradecer la distinción , “es para mi un honor”, dijo la galardonada, Eloisa dirigió unas palabras al público, que fueron muy aplaudidas por los asistentes, y señaló que “Quiero que este premio también sea extensible a todos los sanitarios monteños, que son muchos y muy buenos profesionales”.

El encuentro concluyó con una cena de hermandad celebrada en el centro social multiusos de Menasalbas.

Justo Muñoz Fernández

(Fotos A.C.M.T./E.F.R)

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CORPUS CHRISTI: UNA FESTIVIDAD QUE RELUCE EN FONTANAREJO

20 06 2020

LOS TRADICIONALES ALTARCILLOS Y LAS CALLES ADORNADAS CON ARBUSTOS COLCHAS Y SÁBANAS, MARCAN UNA SINGULAR PROCESIÓN CON LA APRECIADA CUSTODIA, QUE ESTE AÑO NO SE HA PODIDO LLEVAR A CABO DEBIDO A LA PANDEMIA

LA IGLESIA PARROQUIAL ACOGIÓ UNA MISA, SIGUIENDO LAS NORMAS DE DISTANCIAMIENTO ESTABLECIDAS, EN LA QUE HUBO UNA EXPOSICIÓN/ADORACIÓN DE LA CUSTODIA CON LA SAGRADA FORMA, CON LA QUE EL SACERDOTE BENDIJO A LAS PERSONAS ASISTENTES Y DESPUÉS LO HIZO A TODO EL PUEBLO DESDE EL PORTALILLO DEL TEMPLO.

Justo Muñoz Fernández

Desde siempre, la festividad del Corpus Christi ha sido y es una de celebraciones muy señaladas en nuestro pueblo donde, por lo que se aprecia, la mayoría del vecindario se suma al conocido dicho: “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. L@s de Fontanarejo han mantenido y mantienen viva una secular tradición que consiste en colocar singulares altarcillos en las calles y en engalanar con arbustos, colchas y sábanas el recorrido de la procesión por donde pasa su venerada y apreciada custodia. Acompañan estas líneas algunas fotos retrospectivas de la procesión del Corpus en nuestro pueblo en los años cincuenta y posteriormente en los setenta, así como instantáneas tomadas el año 2010 y el pasado año.

Las vías urbanas por donde discurre cada año el tradicional ritual del Corpus Christi se suelen adornar en vertical, es decir colocando en todas sus paredes arbustos,- fundamentalmente retamas-, que van marcando el itinerario procesional con un color y un olor muy especial. Las bocacalles se engalanan/“tapan” con preciosas colchas y sábanas bordadas que suponen toda una exposición de artesanía y una muestra del bordado/costurerismo local.

Reseñar que la custodia de Fontanarejo es una obra del arte renacentista. Esta joya de la orfebrería religiosa se mostró al público en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en el año 1929, dentro del Pabellón de Castilla La Nueva.

Comentar también que era habitual que l@s alumn@s de la escuela pública de Fontanarejo se fotografiaran en grupo, y en fechas pegadas al Corpus Christi, junto a la apreciada custodia del pueblo. Por otro lado, también era habitual que muchos de los agricultores locales hicieran un alto en el camino y pararan las tareas de siega durante la jornada del Corpus.

Este año y a causa de la emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus, la festividad del Corpus Cristi se ha ceñido a una misa, con adoración/exposición de 10 minutos de la apreciada custodia, que estaba colocada sobre el altar. El acto litúrgico tuvo como escenario la iglesia parroquial de Fontanarejo, siguiendo las medidas sanitarias y de distanciamiento. El sacerdote, Carlos Ferrero Moreno, tras bendecir con la custodia, que portaba la Sagrada Forma, a todas las personas que asistieron a la misa, salió al portalillo del templo y, sólo y elevando la custodia portadora del Corpus Christi, bendijo también solemnemente a todo el pueblo, en un momento muy emotivo.

Tampoco se han celebrado este año las primeras comuniones, que se suelen hacer coincidir siempre con la festividad del Corpus Cristi.

Termino estas líneas haciendo un reconocimiento personal y público a todas las personas de nuestro pueblo que han mantenido esta costumbre a lo largo del tiempo; y a las que aún mantienen viva la tradición, cuando las circunstancias lo permiten, de montar los pequeños altarcillos y la peculiar tarea de engalanar las calles con arbustos, sábanas y colchas. Mi aprecio, consideración e intenso y afectivo aplauso a tod@s l@s paisan@s que ya no están entre nosotros (descansen en paz); y a las que aún velan y trabajan por preservar e impulsar esta secular tradición fontanarejeña.

(*) Las fotografías que acompañan este texto son: la número 1 es del año 2009 ; la 2 del año pasado; la 3 y 4 de los años cincuenta; la 4,5,6,7,8,9,10 y 11 de los años setenta, y el resto son del año 2010 (realizadas por Juan Ramón Navarro García y Justo Muñoz ); y del pasado año 2019 (tomadas por Juan Manuel Gómez Fernández).

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Video de Carlos Arias Alcaide en recuerdo de las Luminarias no celebradas en 2020

3 05 2020

Recopilación de Vídeos y fotos recordando las Luminarias que no se han podido celebrar este año 2020, histórico por otra parte, dadas las circunstancias del confinamiento debido al Covid-19.

 

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LA LUMBRE DE LOS QUINTOS MARCABA LA NOCHEVIEJA Y EL AÑO NUEVO EN FONTANAREJO

29 12 2019

LOS MOZOS TRAÍAN ANTAÑO, EN CARROS TIRADOS POR YUNTAS, TRONCOS DE LA DEHESA TALADOS CON HACHA Y CALABUEZO, PARA PRENDER UNA GRAN HOGUERA EN LA PLAZA; TOSTABAN MIGAS AL AMANECER Y RECORRÍAN LAS CALLES PIDIENDO EL AGUINALDO ACOMPAÑADOS DE UN BORRICO ATALAJADO CON AGUADERAS Y UN CENCERRO

El ritual festivo se repetía siempre el último día de cada año y tenía como grandes figuras a los quintos. El tránsito de un año a otro, durante la denominada Nochevieja, lo protagonizaban en nuestro pueblo los mozos que les tocaba ir a la Mili, que eran los encargados de encender una gran lumbre, ya hiciera frío, lloviera, nevara o “chuciara”. El espectacular y puntual “lumbrerón”, alimentado con troncos de chaparros talados con hacha y calabuezo, lo prendían en la entonces Plaza Grande, hoy Plaza de la Constitución.

Indicar que la Real Academia define al quinto como “mozo desde que se sortea hasta que se incorpora al Servicio Militar”. Hablamos de los tiempos en los que “la Mili” era obligatoria, una prestación cuya obligatoriedad se suprimió en el año 2001.

Los quintos y el sorteo previo para conocer el destino de cada mozo fueron motivo de inspiración de numerosas jotas y letrillas en muchos lugares. Cito aquí algunas:

“Ya se van los quintos madre/ ya se va mi corazón/ ya se va quien me tiraba/

chinitas a mi balcón”.

“Vamos los quintos “pa” arriba/ que ya suenan las campanas/ y sabremos nuestra suerte/ “pa” unos buena, “pa”otros mala”

Los quintos, como digo, eran los encargados de prender la enorme hoguera con troncos y ramas de chaparros. Para ello se desplazaban el día 31 hasta la dehesa boyal de nuestro pueblo para recabar la abundante leña con la que alimentar la gran y simbólica lumbre que ardía durante toda la noche y buena parte del día siguiente. Eran tiempos, por otro lado, en los que la mayoría de los mozos trabajaban de pastores o gañanes en tareas agropecuarias por lo que era frecuente que muchos de ellos se incorporaran al grupo ya al atardecer, tras la jornada de trabajo, para ir a recabar la leña. También, según refieren nuestros informantes, siempre se pedía permiso al alcalde para poder cortar los troncos en la Dehesa. La recomendación de la primera autoridad solía ser cada año la misma: que no se talaran las encinas grandes y que la leña se sacara de “entreclarar” los matorrales. El hacha y el “calabuezo”, como ya he dicho, eran las herramientas cortantes que se utilizaban entonces para hacer una “buena chanbalá” y cargar los carros hasta los topes.

Algunos de los quintos de antaño, paisanos nuestros que hoy saltan ya de los setenta, ochenta y noventa años, comentan y recuerdan un sinfín de anécdotas de aquellas intensas jornadas en los aménes de cada mes de diciembre. Entre ellas, reseñar el año que, ya atardecido, volcaron un carro tirado por mulas y ya cargado de troncos. Fue en el Aguilero y tuvieron que levantarlo y volverlo a cargar en medio de un gran aguacero que caía en esos momentos.

Y también sacan a relucir yuntas y animales dóciles que, uncidos al ubio, tiraban estupendamente del carro cargado como fue el caso de las recordadas vacas “Limonera”, “Gallarda”, “Membrillera”, “Bragá”, “Azucena” o el toro “Cachorro” etc..

Decir, por otro lado, que era todo un acontecimiento ver entrar de noche por las calles del pueblo los carros cargados hasta los topes con troncos de chaparros; y también escuchar el sonido metálico de las yantas de las ruedas, que muchas generaciones tenemos aún grabado en nuestro archivo/recuerdo sonoro de infancia/adolescencia. Hay que tener en cuenta que por aquellos años la mayoría de las calles del pueblo estaban empedradas o eran de tierra pura y dura.

Una vez prendida la lumbre, que era celebrada y visitada durante toda la noche con gran regocijo por el vecindario, los quintos solían tostar, ya al amanecer, una sartén de migas para almorzar. Y, tras llenar la andorga con tan contundente “miguerío”, llevaban a cabo otro ritual que consistía en pintar con una cruz las puertas de las casas, corrales y pajares del pueblo. “Lo solíamos hacer con jalbiego elaborado con tierra blanca y pintábamos una cruz en las puertas, salvo en las viviendas en las que sus moradores estuvieran de luto por la muerte del algún familiar. En ese caso, se respetaba el duelo y no se pintaba la puerta. Utilizábamos pellejos sacados de pieles de ovejas o bien de piel de conejo o de liebre como hisopo para pintar”, comenta uno de los quintos que lo fue allá por el año 1955.

Cuando concluían de marcar las puertas, el grupo de mozos recorría las calles de nuestro pueblo, a modo de sonora ronda, pidiendo el aguinaldo. Y lo llevaban a cabo  acompañados con un burro al que colocaban un gran cencerro al cuello e iba atalajado con albarda y unas aguaderas de esparto para ir depositando en ellas los obsequios que recibían del vecindario: mantecados cocidos en los hornos; morcillas, tocino, chorizos y hasta lomo procedentes de la tradicional matanza del cerdo.

Por su parte, los quintos solían llevar una garrafa de vino y también era frecuente portar una botella de anís o de coñac para invitar a beber un trago mañanero a quien lo aceptaba. La guitarra, algunas veces el laúd o simplemente una zambomba solían ser los instrumentos para acompañar el canto de las jotas que entonaban los mozos de puerta en puerta, con parada “obligatoria” en las históricas esquinas del recorrido donde era muy tradicional cantar aún con más ímpetu y más alto. Vayan aquí algunas de aquellas letrillas joteras:

“Como sé que te gustan los garbanzos tostaos/ por debajo la puerta  te echo un puñao”

”¿Dónde estarán los quintos que no aparecen/ si estarán en Guadiana pescando peces”

“Tu madre te “tié” en casa con la puerta “cerrá”/ y la radio encendida/ chacarrá-chacarrá”

En las últimas décadas se solían cantar, además de las conocidas jotas, algunos villancicos de los más populares y tradicionales.

Con los aguinaldos recogidos, el grupo de mozos solía juntarse de nuevo al medio día del Año Nuevo o bien por la noche para comer o cenar y seguir con la fiesta. Si había baile, acudían al salón de la tía Adela y del tío Telesforo (QEPDescansen), o se  reunían a comer en casa de alguno de los quintos que, repito, eran los grandes protagonistas de esta tradicional fiesta fontanarejeña cada fin de año.

Tras la desaparición del Servicio Militar obligatorio tras un Decreto en el año 2001, la lumbre se ha seguido encendiendo por jóvenes que, año tras año, han apuntalado y mantenido esta singular tradición. Tras unos años, en los que se encendió la hoguera en diversos lugares del casco urbano, en la Nochevieja de 2018 se volvió a prender la lumbre en la Plaza de la Constitución, momento que recogen las fotos en color que acompañan este texto realizadas por Quintín Muñoz Arias el año pasado. La foto en blanco y negro, en la que se ve parte de la Plaza Grande con un carro y la calle Don Diego es de los años sesenta.

Sirva esta reseña retrospectiva para felicitar las fiestas navideñas 2019 y desear un buen, próspero y venturoso año nuevo 2020, que está ya a punto de entrar.

Justo Muñoz Fernández

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“POSÁS”, REJALES, CORCHOS Y BIROS EN LOS MONTES DE FONTANAREJO

20 11 2019

La apicultura ha estado presente a lo largo de la historia en nuestro pueblo y así se refleja en las Relaciones Topográficas del Rey Felipe II del año 1.576, y en el catastro del Marques de la Ensenada de 1752, que cifra en 350 las colmenas que había entonces

Un grupo de amigos recorrimos “Posaesquiná” y “Posarrionda”, dos históricos asentamientos colmeneros

La apicultura ha sido una de las actividades más enraizada y continua en el término municipal de Fontanarejo a través de los siglos. Además de la trasmisión oral que nos habla de esta dedicación entre nuestros antepasados, existe documentación del año 1576 asegurando que en nuestro pueblo “la cosa que más se coge es miel”. Así lo reflejaron por escrito los enviados de la Corona que visitaron Fontanarejo un 7 de febrero del citado año 1576 y plasmaron el dato en un texto que se recoge en las “Relaciones topográficas del Rey Felipe II”. En el referido documento se habla que las tierras de Fontanarejo estaban cubiertas por carrascos, jara y alcornoques, bosques en los que, por aquél entonces, “se crian jabalíes, lobos, zorros, osos y otros animales feroces”.  En cuanto a la producción se dice que hay escaso trigo, vino y que es abundante la miel, la cera y algo de ganado. La población que había en ese instante es de 200 vecinos que vivían del laboreo de la tierra y de las colmenas.

Existen otros documentos posteriores, ya en el siglo XVIII, como el que encargó realizar el Marques de la Ensenada en el año 1752. En ese catastro de todos los bienes de la Corona de Castilla se cifra en 350 las colmenas que había en nuestro pueblo por aquél entonces. En el citado escrito se especifica que esos corchos son “de vecinos del lugar, de forasteros hacendados en el mismo, de cofradías de su iglesia y también del párroco del pueblo”. Hay que tener en cuenta que de los abundantes panales se saca también la cera, un apreciado elemento en aquella época pues se usaba, junto con los candiles de aceite, para el alumbrado en viviendas y para el culto y ceremonias en la iglesia.

Es decir, que las colmenas suponían una actividad muy importante para nuestros antepasados pues de ellas obtenían miel sobre todo para el consumo familiar y en ocasiones para la venta y también para el “trueque”, que era habitual en tiempos pretéritos; y, además, se obtenía, como se ha dicho, la necesaria cera que, además, era muy demandada por la ciudad de Toledo en aquellos siglos.

Por otro lado, hay que reseñar también que los habitantes de la zona, y entre ellos los apicultores, fundaron la denomina “Hermandad Vieja, entre 1220 y 1245, compuesta por leñadores, colmeneros y ballesteros para defenderse de los bandoleros y malhechores que actuaban al amparo de la difícil orografía del terreno”.

PARAJES, REJALES Y “POSÁS”

Un grupo de amigos vivimos una interesante “jornada colmenera” para rememorar la tradición apícola de Fontanarejo. En nuestro término municipal aún son visibles restos de viejas “posás” y también existe un paraje que se denomina “Morro del enjambraero”, lindando con el término se Alcoba.

Con el interés de conocer algunos de los sitios y apiarios donde se instalaban antaño los corchos, el grupo hicimos una ruta muy interesante pues tuvimos la oportunidad de conocer dos históricos asentamientos de colmenas denominados “posás”. En este caso pateamos, guiados por nuestros paisanos Ángel Alcaide Espinosa, “Posaesquiná” y “Posarrionda”, donde aún quedan restos visibles de los viejos recintos construidos en piedra a modo de corral, a veces redondo, para albergar y resguardar las colmenas de los depredadores, sobre todo de los osos que había en los montes siglos atrás.

Decir, por otro lado, que Ángel nos proporcionó un listado de paisanos nuestros que tuvieron colmenas desde el año 1946, así como los parajes más habituales para los asentamientos que, además de las ya referidas “posás”, son estos: Garganta de Los Nogales, Los Poyales, Vallehornillo, Las Laborcillas, Raso Martín, Barranco de Navalpino, Morro de los Arroyuelos, La Muñana, El Nucarejo, Las Pedrizuelas, El Guindalejo (Posaesquiná), Los Pantanillos, Barritote, Los Pinos, Las Pedrizuelas, El Puerto, El Zauceral, Cenicientos, Valdeja, Era de Navalpino, Los Pozos, El Tejar, La Volandera, La Graja, La Hontanilla, El Chozón, Riscos Blancos, Valdeja, El Jarraiz, Morro de la Centinela, La Pedriza del Fraile, La Viña, La Madroña, La Cerca Serrana, El Puerto, La Dehesa y Las Camachas.

CORCHOS Y BIROS

Otras de las tareas que se realizaban con intensidad y esmero era la elaboración de las colmenas con la corcha que se sacaba de los alcornoques. La extracción de esta corteza vegetal solía hacerse cada 7 años y se llevaba a cabo durante los meses de agosto y septiembre.

Los corchos, según nos narró Ángel, se solían elaborar/montar en el corral de la tía Salustiana, ubicado en la calle de la Iglesia que antiguamente se denominaba el “Rellano”. Cuenta nuestro informante que era frecuente ver a los colmeneros en la tarea de preparar los peculiares recipientes cilíndricos a base de cocer la corcha en un bidón. “Lo hacían en días malos de lluvia cuando no salían a otras tareas al campo. Allí se daban cita,-comenta Ángel-, y yo recuerdo que hervían la corcha en un bidón colocado en unas trébedes en una gran lumbre alimentada con jarones secos. Cuando ya tenían una pieza del corcho bien cocida, la curvaban con unas cuerdas e inmediatamente sacaban la otra parte y, tras hacerla también la gracia encorvada, recortaban las aristas con una navaja pues la corcha se corta muy bien cuando está caliente, y unían ambas piezas con biros hechos de jara, a los que se sacaba punta con una azuela”, explica Ángel. Decir que la Real Academia de la Lengua Española define la palabra biro como “clavo de jara”.

¿Se imaginan el ajetreo que habría en el voladizo de aquel corral en jornadas y ratos tan “colmeneros”? Hablamos sin duda de una singular tarea, ya en desuso, que daría un ambiente muy peculiar al casco urbano de Fontanarejo donde, por otro lado, estaban funcionaban a tope las fraguas para aguzar las rejas, los  potros para errar los animales, los gañanes con sus yuntas camino de las besanas etc. A todo ello hay que sumar la salida, puntual cada mañana, de los atajos comunales del vaquero, cabrero, yegüero y porquero que daban un toque rural y costumbrista a las calles de nuestro pueblo. !Qué tiempos, qué actividad y qué oficios!.

Justo Muñoz Fernández

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TIEMPO DE COLLEJAS, “PELLUELAS” Y POTAJE

23 03 2018

FONTANAREJO CONSERVA UNA RICA GASTRONOMÍA EN SEMANA SANTA CON PLATOS TÍPICOS QUE SE COMEN, SOBRE TODO, EL JUEVES Y VIERNES SANTOS

Con la llegada de la Semana Santa, Fontanarejo pone sobre la mesa una rica tradición culinaria que, año tras año, tiene su máximo exponente en las jornadas del Jueves y el Viernes Santo. Durante esas señaladas fechas del calendario festivo y gastronómico sobresale, entre todos los platos, el riquísimo potaje al que, además de los correspondientes garbanzos y espinacas, se le suele acompañar con las peculiares  collejas. Para quien no las conozca, decir que la colleja es una singular verdura silvestre que la Real Academia Española (RAE) describe como una “hierba de la familia de las cariofiláceas, de 40 a 80 centímetros de altura, con hojas lanceoladas, blanquecinas y suaves, tallos ahorquillados y flores blancas en panoja colgante,y se come en algunas partes como verdura.” En las imágenes podemos ver la planta de la que se extraen las hojas para su posterior cocción. Al potaje se le acompaña también con las singulares “pelluelas”, una masa en forma redonda u ovalada que se elabora con pan rallado, huevo, perejil y ajo. Por último, el peculiar puchero local hay personas que lo suelen aderezar con un sabroso preparado a base de tomate empapado en vinagre, clavo y azafrán. Buenísimo

La Semana Santa en España, declarada el pasado año por el Consejo de Ministros como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial, es un fenómeno plural que aglutina valores religiosos, culturales y sociales. Y un apartado especial es, sin duda, el relacionado con la alimentación pues la Semana Santa ofrece cada año en numerosos rincones de las diversas comunidades autónomas una gastronomía específica de esas fechas que van desde los variados potajes de vigilia a las típicas torrijas, los escabechados, los hornazos, el “pa torrat”, los pestiños, las “monas de pascua”, las rosquillas etc.

En nuestro pueblo, además del citado potaje con collejas y “pelluelas”, es muy habitual comer también durante los días de Semana Santa la sabrosa tortilla de espárragos silvestres, el escabeche de bacalao, las natillas, los “sapillos”, el arroz con leche, los “canutillos” y las rosquillas. Todo ello marca un peculiar costumbrismo culinario local que tiene también, sin duda, un exquisito carácter identitario. El diario LANZA de Ciudad Real recogió hace dos años un reportaje sobre esta ancestral costumbre en una página que se acompaña en las imágenes.

Desde tiempo inmemorial, los de Fontanarejo hemos disfrutado durante el Jueves y el Viernes Santos de una abundantísima y exquisita comida que, afortunadamente, se ha sabido conservar y transmitir a lo largo del tiempo. Recuerdo que de pequeño escuchaba un simpático dicho popular que lo resumía así: ”Tres días hay en el año que se llena bien la panza, Jueves Santo, Viernes Santo y el día de la matanza“. Pues eso, a disfrutar de la tradicional gastronomía local en estos días de la Semana Santa 2018, y….  !!buen provecho !!

Justo Muñoz

 

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UN INTENSO CHAPARRÓN REGISTRADO EL PASADO 28 DE AGOSTO HIZO RECORDAR LA TREMENDA NUBE QUE, EN ESA MISMA FECHA DEL AÑO 1952, SACUDIÓ FONTANAREJO

8 09 2017

SE CUMPLÍAN 65 AÑOS DE LA FUERTE TORMENTA, ACOMPAÑADA DE VENDAVAL Y PEDRISCO, QUE VOLCÓ CARROS, ROMPIÓ TEJAS, MATÓ AVES, DESTROZÓ HUERTOS Y DAÑÓ OLIVOS

El pasado 28 de agosto amaneció en Fontanarejo con un cielo cerrado que amenazaba lluvia. El chaparrón que cayó a primera hora de la mañana, y el posterior “champlazo” que descargó pasado el medio día, hizo que los fontanarejeños recordaran con más intensidad la estremecedora nube del 28 de agosto del año 1952. Se cumplían 65 años de aquella fecha en la que el miedo y el desconcierto cundió entre el vecindario. La coincidencia de otro fenómeno meteorológico aparatoso en un día tan señalado activó sin duda el recuerdo, sobre todo entre los más mayores, de aquella desconcertante jornada del año 1952 que entre el vecindario se conoce ya como “la nube del 28 de agosto”.

El intenso chaparrón caído hace unos días en nuestro pueblo, que coincidía con la recordada fecha de antaño, hizo correr abundante agua por las calles, regueros y cunetas pero, afortunadamente, no hubo que lamentar daños personales ni materiales, como sí ocurrió antaño. En esta ocasión, según cuentan algunos paisanos, el agua vino bien para la tierra, para el monte y para el arbolado tras un largo periodo de sequía.

Como ya se escribió en este blog tiempo atrás, un 28 de agosto de hace 65 años “un fuerte aguacero, que duró apenas quince minutos, irrumpió acompañado de un virulento pedrisco y de un fuerte viento que arrastró carros cargados de mies, volcó aventadoras/limpiadoras, levantó tejas, mató cientos de aves, destrozó olivos, arrasó huertas, machacó melonares y dañó considerablemente el arbolado y el monte autóctono allá por donde pasó. Un vecino del pueblo, Trinidad Pavón Fernández, quedó atrapado debajo de un carro cargado de haces de trigo y pudo ser rescatado cuando estaba casi asfixiado. Fontanarejeños que vivieron tan fatídica jornada aún recuerdan la renombrada nube del 28 de agosto como “lo nunca visto”. Una inscripción, grabada a mano en uno de los históricos corrales de ganado del municipio recuerda la aciaga fecha:” 28.8.1952”.

El diario LANZA de Ciudad Real recogió un reportaje publicado hace ahora 6 años y que se adjunta con estas líneas, en el que algunos paisanos nuestros narraron sus vivencias en tan sobrecogedora fecha. Contaron, entre otras cosas, que “el día ennegreció de tal manera que se hizo como de noche. Y, de repente, cayó una tromba de agua y pedrisco como nunca se había registrado en el lugar. Con tal fuerza y magnitud arreció la tromba y, sobre todo, el granizo que muchos troncos de olivos quedaron dañados durante aquéllos interminables y angustiosos minutos. Lo nunca visto”.

J. Muñoz

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EL DIARIO LANZA DE CIUDAD REAL SE HACE ECO DE LA ANTIGUA CAMPANA DEL TIN-TI-RULAO”

30 01 2016

El periódico LANZA publicó el pasado lunes día 25 un artículo, escrito por nuestro paisano Justo Muñoz, titulado “El potente eco de la campana del tin-ti-rulao en Fontanarejo”. Reproducimos el citado artículo así como la página de LANZA.

 

En muchos pueblos, sobre todo en los más cerealistas y ganaderos, había vecinos que, tiempo atrás, se congregaban ante la presencia de amenazantes nubarrones con el fin de realizar un conjuro o bien tocar las campanas con un tañido que, en algunos lugares, se denominaba “tente nublo”. Hay algunos municipios, como Cozuelos de Ojeda en Palencia o Poza de la Sal en Burgos, que han conservado los restos de los denominados conjuraderos como muestra de un singular patrimonio y de un peculiar testimonio del ayer. Se trataba casi siempre de arcos, torres o pórticos abiertos a los cuatro vientos dentro de los cascos urbanos, y a veces, cercanos o junto a la iglesia.
En mi pueblo, Fontanarejo, cuentan los más viejos del lugar que antaño también se tocaba una campana, que estuvo ubicada en la torre de la iglesia, con la expectativa de “despejar” el cielo cuando se tapaba cargado y amenazador. Aseguran, y algunos con cierta emoción, quienes escucharon aquellos peculiares tañidos bajo una bóveda celeste con pinta de estar cargada de pedrisco, que el sacristán hacía “hablar” la sonora campana repicando un inconfundible toque, que se escuchaba desde muy lejos, y que los vecinos traducían en un esperanzador… «tin-ti-ru-lao, que se vaya la nube por otro “lao”». Un potente eco que ha llegado hasta nuestros días merced a una transmisión oral puntualmente narrada por nuestros antepasados, muchas veces al rescoldo de la lumbre, cuando nos hablaban de la recordada y desaparecida campana del “tin-ti-rulao”, de la que contaban y no acababan refiriéndose a momentos pasados en los que los fontanarejeños acudieron a tan singular “cobijo sonoro” ante una inquietante intemperie.
Y es que las campanas, a lo largo del tiempo, han sido un gran medio de comunicación para los feligreses y para la población en general. Su repique, su volteo o su doblar avisaban desde los rezos o actos litúrgicos para los parroquianos, hasta la alerta por algún peligro y, también antaño, para hacer llegar mensajes diversos al vecindario, como el inicio o el final de algunas tareas agrícolas. En algunos municipios pequeños de la Ribera del Duero, como Fuentenebro, el toque de un peculiar «campanillo», que aún conservan como recuerdo de un patrimonio ya en desuso, fijaba la hora de salir al tajo durante la época de vendimia. Y, según cuentan, se respetaba a rajatabla tan peculiar «tañido laboral».
He contado en más de una ocasión que asistí hace unos años a un encuentro de antiguos campaneros, un peculiar oficio que tuvo mucho eco en tiempos pretéritos. Y me chocó mucho no solo la gran destreza con la que las hacían sonar, sino el gran listado de toques, repiques y volteos que manejaban con gran sabiduría. Desde los sonidos más clásicos y religiosos cómo ánimas, clamor, ángelus, difuntos, vísperas, procesión, misa, rosario, etc; hasta aquellos que afectaban a la vida civil y colectiva como eran el toque a «concejo», a fuego, a «queda», nublo o el denominado «bien vas». Este último, también llamado «toque a perdido», se tañía en la Iberia profunda para orientar al vecino que se perdía en el monte en noches cerradas de niebla/temporal, y también para congregar a la gente para salir en su búsqueda. Tan ancestral sistema de comunicación evidenciaba por un lado la pericia y el buen oído del campanero de turno a la hora de saber comunicar las diversas circunstancias y, por otro, la seguridad de que los vecinos entendían, sin lugar a dudas, lo que se transmitía con cada sonido. Impresionante registro. El vecindario sabía, con absoluta precisión, si tocaban a difunto y si se trataba de una mujer, de un hombre o de un niño quien había fallecido; si la hora del ángelus, de vísperas, si era un “clamoreo” o si se trataba de un repique/alarma a fuego, arrebato o tempestad.
En aquel inolvidable encuentro de viejos campaneros adquirí un apreciado CD que recoge un buen catálogo de toques, religiosos y civiles, como el simpar “bien vas”, que escucho a veces cuando ando un poco perdido o me desoriento.
Justo Muñoz Fernández
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TIEMPOS DE BELLOTAS, PIARA Y PORQUERO EN EL FONTANAREJO DE ANTAÑO

3 01 2016

El fruto de los chaparros suponía, tiempo atrás, un alimento básico para engordar los cerdos de cara a la tradicional y ya desaparecida matanza casera que se hacía en la mayoría de las casas de nuestro pueblo.

 

Las bellotas fueron, en su día, un alimento muy importante a la hora de “engordar” los cerdos de cara a la tradicional y ya casi desaparecida matanza casera que se hacía antaño en Fontanarejo. Los cochinos se alimentaban, durante una buena parte del otoño-invierno, del fruto de las encinas que se les suministraban en los corrales de cada casa o bien de las bellotas que comían directamente en el campo. La piara de guarros salía cada mañana por los diversos parajes nuestro término municipal donde había muchísimos chaparros que ofrecían gran abundancia de comida en los meses finales del año. El encinar era un soporte fundamental y gratuito para alimentar a los cerdos.
El ritual se repetía a diario. El inconfundible “porquero” hacía sonar cada mañana una caracola avisando de que había llegado la hora de soltar los cochinos de la zahúrda para que salieran al campo. Y allí estaban los puercos todo el día, al aire libre, comiendo, entre otras cosas, muchas bellotas. El piarero, un oficio tradicional y presente en Fontanarejo hasta los años sesenta, se encargaba de vigilar durante toda la jornada a los animales y de llevar a los marranos por las zonas donde hubiera abundante comida y agua. La manada de gorrinos regresaba al atardecer y entraba en el casco urbano casi siempre a la carrera. Resultaba curioso ver cómo cada cerdo se dirigía con absoluta precisión hasta la casa de su dueño donde, si no estaba la puerta abierta, se encargaba de hociquearla para «avisar» de su presencia. La ruidosa piara de marranos entraba puntualmente cada tarde en el casco urbano e irrumpía la primera «inundando» las calles de animales, seguida de las yeguas, a continuación entraban las vacas y, finalmente, lo hacían las cabras. Precisa y preciosa secuencia lugareña que impregnaba los atardeceres de un auténtico sabor rural y de un singular costumbrismo ganadero.

«NO QUIERO BELLOTAS ROTAS»
Las bellotas protagonizaron también dichos y cantares populares en nuestro pueblo. Vaya este ejemplo de un cántico que se refería a las bellotas y que, a modo de villancico, se entonaba antaño en Fontanarejo cuando los chavales acudían hasta las casas de familiares y vecinos pidiendo el aguinaldo. La bulliciosa chiquillería hacía el recorrido cada 24 de diciembre al anochecer provista de zambombas artesanales y de panderetas. Llamaban a las puertas al grito de ..»¿Se canta o se reza?», y tras entrar a la cocina cantaban villancicos o, si se había registrado algún óbito reciente en la familia, rezaban un Padrenuestro o un Avemaría. Muchas veces tras entonar el cántico navideño, se le daba a la «chiquillada» un puñado de bellotas o de castañas. En otras ocasiones se les obsequiaba con unos mantecados y, a veces, con chorizos o un poco de lomo. Pocas veces, o casi nunca, recibían dinero porque, entre otras cosas, escaseaba. Decía así el añejo villancico, un tanto exigente….. “No quiero bellotas rotas/ ni castañas con ventanas/quiero lomo y longaniza/ para almorzar por la mañana”.
Eran, sin duda, tiempos pretéritos en los que las bellotas formaban parte de un ancestral costumbrismo campesino en Fontanarejo que ha ido desapareciendo con el paso del tiempo.

Justo Muñoz

 
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MEDIO SIGLO DE UN TEJAR ARTESANO EN FONTANAREJO

5 10 2012

Ramona Castellanos Escribano cumple 91 años y ha dedicado parte de su vida a fabricar tejas, ladrillos y baldosas que lucen o cubren las viviendas de nuestro pueblo.

Justo Muñoz Fernández

Ramona Castellanos Escribano salta hoy la barrera de los noventa en su longeva vida. A sus 91 años, que estrenó la pasada media noche, sigue siendo una mujer activa, afable y cordial. La tía Ramona trabajó desde que era una niña en su tejar de Fontanarejo desde los años treinta del pasado siglo. Antes la familia, procedente de Miguelturra, había fabricado las tejas de manera intermitente en varias instalaciones alquiladas en el municipio. La producción quedó interrumpida al cesar su actividad alfarera en el año 1972. Ahora, ya jubilada desde hace años, Ramona dedica buena parte de su tiempo a tejer prendas artesanales para la familia y amistades con la técnica del punto con agujas, el ganchillo y el punto de cruz.

Rememorando los duros años en los que el tejar familiar estaba a pleno rendimiento, Ramona recuerda como el ciclo del trabajo anual se cerraba a finales del mes de septiembre y arrancaba en los meses de febrero y marzo, «meses en los que acarreábamos con los burros entre 500 o 600 cargas de leña para poder «alimentar» el horno en el que se cocían las tejas, los ladrillos y las baldosas. Yo ayudaba en esas tareas haciendo «lazos» de jara con el «garabato». En el mes de abril iniciábamos los preparativos para elaborar las tejas: cavar la tierra, cernerla con la criba y el harnero y, después, echarla en una gran pila que teníamos junto a la higuera y que llenábamos a base de verter unos 50 cubos de agua que sacábamos del pozo. Una vez allí, se pisaba y amasaba toda la mezcla hasta tener una masa compacta. El siguiente paso era ir elaborando las tejas con un molde que llamábamos «galápago» y se iban colocando una a una todas en la era. Se trataba de un espacio totalmente llano, recubierto de ceniza y abierto, en el que se quedaban las tejas tiernas varios días hasta que se secaban antes de pasar al horno. Yo recuerdo, siendo una cría, que aprovechaba mientras se iban oreando para hacer ganchillo o punto. El problema llegaba cuando le daba por llover y el agua nos deshacía toda la «parva» de tejas», indica Ramona con un recuerdo desolador.

Esta fontanarejeña va desgranando pausadamente como ponían a punto el horno en el que se colocaban por riguroso orden primero los ladrillos, luego las tejas y depués las baldosas. «La boca del horno se sellaba con adobes elaborados con barro y paja -explica explica con detalle esta artesana del barro- y allí se quedaban al menos una semana cociéndose lentamente. Durante todo ese tiempo la familia hacíamos guardia, por turnos, y nos turnábamos en la boquilla del horno atizando noche y día para que no bajara la temperatura».

Una vez que «los tejeros» tenía listo el material, las baldosa, los ladrillos y las tejas se ponían a la venta. Una comercialización que, en no pocas ocasiones, se realizaba por el viejo y entrañable sistema del «trueque». Es decir, muchas familias se llevaban los productos alfareros y los pagaban posteriormente con fanegas de trigo cuando se recogía el cereal en las eras, allá por los meses de julio y agosto.

El duro trabajo manual de pura alfarería artesanal se vio aliviado en el año 1962 cuándo la familia adquirió un motor que mecanizaba parte del proceso al tener molino, galletera y amasadora. Los trabajos, no obstante, seguían siendo duros y difíciles.

Han pasado los años y muchos tejados de las casas, las tenadas, los pajares y los corrales del municipio permanecen cubiertos por las miles de tejas que salieron en su día de la vieja fábrica artesanal de Ramona y su familia, hoy ya abandonadas y en desuso.  Son testigos mudos e impasibles de un tiempo pasado en el que el barro y la tierra eran el sustento para la mayoría de las familias de Fontanarejo.

Precisamente la Asociación «Amigos de las Luminarias» de Fontanarejo  reconoció hace tres años la trayectoria laboral, humana y artesanal de Ramona Castellanos a quien entregó el galardón «Romera Cencía», un premio con el que la citada entidad distingue anualmente a entidades personas e instituciones. Se premiaba el perfil de una fontanarejeña enamorada de las tradiciones locales que cada año monta un singular altarcillo a la puerta de su casa para la procesión del Corpus, enciende una espléndida «luminaria» cada 30 de abril al atardecer o canta el mayo en la Cruz. Ramona Castellanos es una ciudadana cumplidora con el tiempo y con la historia que, cuando ya sube el primer peldaño de las escaleras del siglo, es un archivo viviente a la hora de recordar tiempos pasados de la historia, del costumbrismo y de la gastronomía local. Ramona, entre otras habilidades culinarias, ha hecho siempre una deliciosa «candelilla», un singular dulce de la zona elaborado con miel y «pestiños».

Esta nonagenaria emplea ahora su tiempo, en el día a día, confeccionando prendas y utensilios elaborados con hilo, con lana y con una gran maestría artesana. En su casa, donde vive con sus hijos Carmen e Inocente, luce muchas de estas obras y otras muchas que han viajado a Mallorca, donde vive otro hijo de Ramona. Se trata, sin duda, de una rica artesanía que, junto con los miles de tejas que techan decenas de construcciones en Fontanarejo, perpetuarán su memoria. !!Felicidades, tía Ramona!!





LOS GAÑANES: VIDA Y MIES EN LAS ERAS DE ANTAÑO EN FONTANAREJO

19 08 2012

Entre las extenuantes faenas de la era, todas de extrema dureza, sacar la mies aventajaba al resto con diferencia. La realizaban los gañanes, personas fuertes y jóvenes, generalmente los mozos de la familia.

Los gañanes dormían, por norma, en la era para cuidar la yunta. De madrugada, con la aparición de las Cabrillas en el cielo, salían con los carros: de vacas o de mulas camino del corte. Durante el trayecto, que duraba según la lejanía de aquel, el gañan dormitaba subido en su carro. Cuando llegaba al “piazo” (suerte), recogía los haces y cargaba el carro. Cansado y somnoliento volvía a la era guiando con maestría, “injá” (aguijada) al hombro, a su yunta por el polvoriento carril.

Era espectacular ver la llegada de las yuntas comidas de moscas, sudorosas y nobles. A paso lento, deshacían cansadas y anhelantes de rodeo la ruta de vuelta. Se formaban, a veces, hileras de varias decenas de carros, todos bien cargados y con los haces trabados por la llave y la maroma atada al torno del carro. Había, en ocasiones, un mensaje subliminal en los carros mejor cargados y con más vueltas (capas de haces superpuestos). Un escaparate donde exhibían sus capacidades, ante la amada o la familia de de la misma, los mozos en amores. Muchas veces esto salía mal, pues los carros cuanto más vueltas se cargaban más estabilidad perdían y, claro, se corría el riesgo de volcar. Cuando se producía un vuelco el protagonista sufría una pequeña “humillación”. Se decía que fulano había puesto un molino. En estas ocasiones, se mostraba la solidaridad entre la gente de Fontanarejo. El resto de gañanes ayudaban al “molinero” a poner en orden el desaguisado. Entre todos levantaban el carro volcado y le cargaban para sacar al protagonista de la estacada.

Llegado a su era, el gañán descargaba el carro y hacinaba los haces, daba de comer a su yunta y la cuidaba con esmero. Mientras la yunta comía, él almorzaba migas con chorizo, lomo, pimientos y arrope. Luego, se pertrechaba para repetir por la tarde la misma faena. Cumpliendo un ritual cotidiano untaba de sebo el eje del carro, mojaba el cubo de la rueda, ponía el horquillo, la maroma y las coyundas dentro de la caja del carro, y se abastecía de agua. Dejaba preparado todo lo imprescindible para afrontar con garantía la tarea vespertina.

A las doce de la mañana, si podía, dormía un rato a trompicones, como se decía, molestado por el vaivén de los “trillaores”, que en el lamentable estado que se encontraban, no discernían bien si incordiaban con sus visitas permanentes al sombraje. Este descanso no se producía todos los días, pues en ocasiones se tenía que aventar el grano y era necesario el trabajo de todos. Como es de suponer, el gañán participaba como otro más en las diversas faenas. No gozaba de ningún privilegio. Tras un pequeño descanso arrimaba el hombro ayudando a limpiar. Luego uncía la yunta y subía los costales a la casa.

Después de comer, sobre las tres y media de la tarde, con cuarenta grados centígrados o más, el gañán volvía a desplazarse nuevamente al acarreo de mies. Esto se repetía todos los días, mañana y tarde, mientras duraba la época de trilla. A la vuelta, le esperaba un buen gazpacho hecho a la antigua usanza.

Todos los que trabajaban en las tareas de la era esperaban la llegada de las Fiestas de Agosto como agua de mayo. Esto suponía estar cinco o seis días de descanso. Se olvidaban los trabajos. Las yuntas se echaban a la “vacá” (vacada) para tener menos preocupaciones y participar en la fiesta con plenitud. Era un alivio para los esforzados gañanes ¿Quizá podrían descansar? Pero eran mozos. Tenían que divertirse.

Los mozos y chavales iban a bañarse al charco la Olla o al de la Losa el día quince por la mañana, antes de la procesión, para quitarse el tamo.

Con la llegada de las fiestas, se estrenaban vestidos, camisas y pantalones, especialmente, el dieciséis de agosto, San Roque, día grande en Fontanarejo de los Montes. Se vivían las fiestas con entusiasmo y alegría. Los mozos y mozas no descansaban. Había múltiples actividades: baile (a mediodía, antes de cenar y a partir de la una de la madrugada), toros todos los días y otras actividades festivas como carrera de caballos, de burros, pedestres, etc. Los chavales y chavalas iniciaban sus pinitos en el baile verbenero. Participaban en las diversas actividades lúdicas: carreras de sacos, piñatas, etc. Y en ocasiones, pocas, con suerte hasta se cumplía la tan reiterada promesa de enseñarles la mesa del turrón.

Las personas mayores iban a las verbenas. Bailaban pasodobles con gran maestría. Se sentaban a tomar cerveza de barril fresquita, la que existía entonces, y a la que llamábamos “meao de burro” por la espuma que hacía. A los chavales nos daban a beber aquella gaseosa artesana que se hacía en nuestro pueblo, y de la cual tenemos tan grato recuerdo.

Pasadas las fiestas, vuelta al tajo. El gañán seguía con su actividad. Cuando terminaba de sacar la mies encerraba el grano y más tarde la paja, luego retiraba la pajaza de la era y la llevaba a la hoja de labor para quemar las matas de monte. Con esta acción terminaba el ciclo de tareas que llamábamos “hacer el verano”.

Estas estampas, de épocas no tan lejanas, a muchos les parecerán Prehistoria; pero son información para que los que no vivieron aquellos tiempos recuerden sus raíces.

 

ASOCIACIÓN «AMIGOS DE LAS LUMINARIAS DE FONTANAREJO»





FONTANAREJO VIVIÓ EL HALLAZGO DE UN YACIMIENTO DE FOSFATOS HACE AHORA 30 AÑOS

29 07 2012

LA NOTICIA, QUE SE CONOCIÓ A FINALES DE JULIO DE 1982, SALTÓ AL TELEDIARIO A LAS RADIOS Y A LOS PERIÓDICOS

Justo Muñoz Fernández

Corrían los últimos días de un tórrido mes de julio de 1982, hace ahora 30 años. Aquel era un verano en el que, entre otras cosas, España acogía el Campeonato Mundial de Fútbol que tuvo como mascota a «Naranjito» y que ganó Italia tras derrotar por 3-1 a Alemania Federal. Pues bien en los aménes de aquel caluroso mes saltaba a la primera página del telediario, de los periódicos y de los diarios hablados, una noticia que dio la vuelta al Planeta por la gran trascendencia y expectativas que generó desde el punto de vista estratégico y económico: un yacimiento de óxido fosfórico encontrado en el término municipal de Fontanarejo por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) podía suponer, a medio plazo, el fin del dominio de los Estados Unidos en el mercado mundial de los fosfatos.

Las crónicas periodísticas aseguraban durante aquéllos ajetreados días que el descubrimiento «ha llevado a que en las últimas semanas se hayan interesado por el hallazgo empresas, gobiernos, investigadores y técnicos de todo el mundo». Y no era para menos pues, al margen de la riqueza o no del yacimiento que aún estaba por determinar, el hallazgo suponía una gran novedad desde el punto de vista científico al encontrarse Óxido Fosfórico (P205) en un terreno perteneciente a la era del Paleozoico, concretamente al período Cámbrico. Expertos geólogos comentaron entonces a la agencia de noticias EFE que el hallazgo podía suponer «un cambio en la estructura mundial de los fosfatos, modificando la orientación de las investigaciones llevadas a cabo en todo el mundo en busca de fosforitas».

El optimismo oficial ante la calidad de los fosfatos analizados era patente durante aquellas fechas pues se hablaba de un 25% en los análisis de las primeras muestras extraídas en las dos calicatas que se habían llevado a cabo por el IGME. No obstante el entonces director provincial del Ministerio de Industria se mostraba cauto en unas declaraciones a la agencia Europa Press, y pedía prudencia alegando que sólo se habían hecho un par de sondeos y aún quedaba por hacer mucho trabajo de laboratorio para, después, establecer la reserva del mineral, su riqueza y las posibilidades de extracción pues, según explicó, sólo si se tratara de un yacimiento de carácter fabuloso y enorme se estudiaría si merecería la pena poner en marcha en la zona una planta de extracción o bien transportar el material hasta las instalaciones de Ríotinto (Huelva).

Por su parte el presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, Gerardo García Fernández, declaraba a EFE que «El yacimiento de fosfatos, de confirmarse, podría acabar con la dependencia de un producto vital para nuestra agricultura. Existen pocos yacimientos de fosfatos en el mundo-añadió- y si a ello sumanos que es un producto vital para el desarrollo agrario, le convierten en un producto de primera necesidad»

El alcade de Fontanarejo por aquel entonces era Eloy Muñoz Martín, a quien llamaron los medios de comunicación de media España para recabar información sobre la recién descubierta «mina de fosfatos» y para hacerle entrevistas sobre la gran novedad que suponía el hallazgo. Eloy hizo frente con vitalidad y desenvoltura a semejante reto y acudió, como invitado, hasta los estudios de Radiotelevisión Española (RTVE) en Prado del Rey, en Madrid, para intervenir en uno de los programas de máxima audiencia donde fue entrevistado sobre el hallazgo minero y las expectativas que estaba generando. Hay que tener en cuenta que por aquél entonces la única televisión que existía en España era RTVE con sus dos canales, La 1 y la 2. El alcalde aprovechó su presencia en la televisión pública para hablar, además del importante hallazgo minero, de las necesidades que tenía nuestro pueblo desde el punto de vista de las infraestructuras, del trabajo y del desarrollo económico.

Muchos vecinos de Fontanarejo, que  en el año 1982 tenía una población de 600 habitantes y un censo de 45 parados, recuerdan aún aquéllos intensos días en los que el municipio fue noticia a nivel estatal y mundial. La prensa, que recogía en primera página el hallazgo de fosfatos en Fontanarejo junto a la designación de Miguel Muñoz como entrenador de la selección nacional de fútbol, se hacía eco de las declaraciones del alcalde, del vecindario y de los expertos en la materia. Los periódicos reseñaban, junto al hallazgo de fosforitas de Fontanarejo, el nuevo precio del pan que era de 9 pesetas la unidad de 80 gramos y de 8 pesetas para la se 67 gramos.

Los «mineros», por su parte,  no paraban de trabajar en los parajes conocidos como «la morra de los Llanos» y «el Duraznal» donde tenían instaladas las plataformas desde las que llevaban a cabo los sondeos. Las muestras que iban sacando de las entrañas de las tierra fontanarejeñas las iban depositando, cuidadosamente datadas con la echa y el lugar de la extracción, en el antiguo lavadero de nuestro pueblo donde los técnicos del Instituto Geológico y Minero de España depositaban las cajas selladas con los datos del sondeo.

De  aquel sonado hallazgo nunca más se supo. La explotación minera finalmente no se llevó a cabo porque, al parecer y según se dijo por entonces, el fosfato descubierto era de buena calidad, pero la cantidad y el volumen no era tan cuantioso por lo que no merecía la pena poner en marcha una extracción que se hubiera tenido que llevar a cabo a cielo abierto y utilizando gran cantidad de agua, de la que la zona es deficitaria.

Por nuestro pueblo acudieron muchos curiosos atraídos por el impacto de unas noticias que generaron un gran revuelo en aquel agonizante mes de julio de 1982, hace ahora ya tres décadas.





LA ESTREMECEDORA NUBE DEL 28 DE AGOSTO DE 1952

4 09 2011

Una fuerte tormenta, acompañada de un viento huracanado, un intenso aguacero y un virulento pedrisco, asoló Fontanarejo hace ahora 59 años.

Un vecino, Trinidad Pavón, fue rescatado tras aplastarle un carro cargado de mies. El vendaval volcó carretas y aventadoras, se llevó tejas, dañó olivos, machacó melonares, mató aves y arrasó huertos.

Inscripción recordando el acontecimiento

Foto de la época en la que se ven los regatos hechos en la sierra

Tronco de olivo dañado por la nube

El Tío Trini

Justo Muñoz Fernández

Sucedió hace ahora 59 años. Un 28 de agosto de 1952 Fontanarejo vivió una estremecedora jornada de pánico e incertidumbre al desatarse una aparatosa tormenta en la que, tras obscurecer el cielo en pleno día, descargó un intenso vendaval que sembró el miedo y el desconcierto entre el vecindario. El fuerte aguacero, que duró a penas quince minutos, irrumpió acompañado de un virulento pedrisco y de un de fuerte viento que arrastró carros cargados de mies, volcó aventadoras/limpiadoras, levantó tejas, mató cientos de aves, destrozó olivos, arrasó huertas, machacó melonares y dañó considerablemente el arbolado y el monte autóctono allá por donde pasó. Un vecino del pueblo, Trinidad Pavón Fernández, quedó atrapado debajo de un carro cargado de haces de trigo y pudo ser rescatado cuando ya estaba casi asfixiado. Muchos fontanarejeños que vivieron tan fatídica jornada aún recuerdan la renombrada «nube del 28 de agosto» como «lo nunca visto». Emiliana Muñoz García, la más anciana del pueblo que va camino de cumplir 101 años el próximo mes de noviembre, explica que «yo no recuerdo nada igual en mi vida como la que cayó aquel día en nuestro pueblo». Una inscripción, grabada a mano en uno de los históricos corrales de ganado, recuerda la aciaga fecha:» 28.8.1952″.

Las gentes de Fontanarejo afrontaban aquella jornada, ya en los amenes del mes de agosto y pasadas las fiestas patronales, afanados en los duros trabajos en  las eras. Había sido un buen año de cosecha, de ahí que se prolongaran aún las tareas de la recolección. Los melonares y las huertas también presentaban un aspecto envidiable. Nadie hacía presagiar la que se avecinaba en lo meteorológico. Hay que tener en cuenta que por aquél entonces no existía la televisión, que llegó a España poco tiempo después, y, por lo tanto, la predicción del tiempo no estaba a la orden el día, como pasa hoy. Los pocos aparatos de radio que había en el pueblo se tenían más para escuchar el «parte» de Radio Nacional de España que para otros servicios en las ondas.

Cuentan paisanos nuestros que vivieron aquel episodio que «el día ennegreció de tal manera que se hizo como de noche». Y, de repente, cayó una tromba de agua y pedrisco como nunca se había registrado en el lugar. Con tal fuerza y magnitud arreció la tromba y, sobre todo, el granizo que muchos troncos de olivos quedaron dañados a perpetuidad durante aquéllos «interminables y sobrecogedores minutos».

Testigos directos relatan aún hoy detalles  de aquél «diluvio» que se les vino encima. «Las calles, las cunetas y los barrancos venían aventados de agua y lodos. Llovía con una intensidad desconocida, caía pedrisco, soplaba un viento descomunal. Daba mucho miedo», comenta Teodora García Domínguez, una fontanarejeña, que tiene hoy 75 años, y que vivió aquel trance con tan solo 16 años de edad recordando que «trillábamos en las eras de abajo y el aire se llevó cuartillas, horcas y utensilios hasta el corral del tío Flores. Un melonar hermosísimo que teníamos en la Cuesta Mermeja lo destrozó por completo».

El vendaval sopló con tal intensidad que se llevó por delante carros, utensilios, «sombrajes», aventadoras, «chumbanos» y hacinas. «Nosotros teníamos cargado en la era un carro con seis vueltas de centeno y el ventisco lo arrastró un buen trecho hasta que, finalmente, no volcó por que se quedó aculado contra la pared», comenta Virgilio Arias quien a sus 78 años años de edad revive aquélla fecha como algo insólito. «En la solana de la Hoya de la Mata el aire arrancó de cuajo un chaparro grandísimo que había en lo de Virginio, si no lo veo no lo creo», comenta este fontanarejeño quien recuerda ver «volar escobas, rastros,» amontonadores», horcas, bielgas etc. con el intensísimo aire».

Vicente Muñoz Molina, otro fontanarejeño que acaba de cumplir 83 años, estaba guardando cabras aquel 28 de agosto. «Caían unos granizos como huevos de gallina y soplaba un «airazo» que se lo llevaba todo. Los regueros y arroyos iban desbordados y el agua arrastró tres cabras mías en el charco de Los Medranchones que se puso con una crecida que daba miedo. Yo no he visto nunca caer tanta agua ni tanta piedra en tan poco rato», explica Vicente.

Paulina Muñoz Martín y Felipe Martín Fernández, un matrimonio que hoy tienen 75 ella y 80 años él, recuerdan perfectamente aquella inquietante jornada. «Las calles que bajaban desde la iglesia parroquial hasta el Moralillo desembocaban como un auténtico río», comenta Paulina quien estaba en la fuente llenando unos cántaros de agua cuando se desató la tormenta «y a penas me dio tiempo para llegar hasta mi casa con el torrente de agua que empezó a caer». Felipe recuerda como «una limpiadra que teníamos  en la era del tío Joselín se la llevó arrastra la ventolera hasta la calle y casi cae hasta un reguero próximo. Fue tremendo. Los abundantes melonares que había en la Calle Real y en todos esos «Praos» los agujereó y a los tres o cuatro días se pudrieron todos.Cientos de pájaros que se refugiaron en los olivos cercanos al pueblo murieron apedreados los animalillos», explica Felipe.

Emiliana Muñoz García, con sus ciento y pico años de edad, recuerda perfectamente aquella fatídica jornada. «Yo misma vi como el agua sacaba del corral y se llevaba carretera abajo una vaca nuestra, que llamábamos «Gargantilla», con su becerro hasta que, finalmente, pudieron sobrevivir ambos animales», señala Emilia mientras sigue comentando como «en el bar de mi hermano Ignacio salían las sillas, las botellas y las cajas por la puerta hasta la calle empujadas por el agua que se metió en la casa y en el portal. El reguero del «Charquillo» iba pared con pared y el melonar que teníamos en Los Medranchones lo arrasó todo», explica esta fontanarejeña centenaria.

El rescate de Trinidad Pavón

Pero lo más dramático y duro que se vivió durante aquella jornada agosteña fue el aplastamiento de un vecino que quedó sepultado debajo de un carro cargado de mies. Se trataba de Trinidad Pavón Fernández, un fontanarejeño que, como muchos otros, se encontraba en la era cuando se desató el vendaval. Según parece, la carreta de la que habitualmente tiraban dos hermosos toros, le cayó encima sin que estos estuvieran uncidos. La voz de alarma la dio Severiano, otro vecino del pueblo que trabajaba con él y que lanzó el S.O.S para que acudiera gente al rescate. Y hasta allí, a modo de 112 instantáneo y local, se desplazaron muchos vecinos que lograron levantar a pulso el carro y salvar a Trinidad. «Acudimos enseguida hasta la era del tío Trini para socorrerle», relata Valentín Fernández Pavón, sobrino del accidentado quien hoy, a sus 88 años de edad, recuerda que «íbamos a carrera por las cercas que había junto a la carretera, que estaban «empedradas» de melones, pues ésta estaba absolutamente anegada de agua, como si fuera un río. Y ya nos encontramos con un grupo de vecinos que traían al tío Trini. Aquello parecía el Diluvio Universal. En la vida hemos visto nada igual en nuestro pueblo con aquélla furia con la que caía tanta agua, tanto viento y tanta piedra», comenta.

Trinidad Pavón no ocultó nunca a sus convecinos que, en tan fatídicos instantes, se encomendó a la virgen de Guadalupe y que esta, según decía, le había salvado la vida. Así se lo hizo saber a cuantos le quisieron escuchar durante el resto de sus días. Al año siguiente acudió hasta el monasterio de Guadalupe con otros fontanarejeños. «Fuimos un montón de gente en un camión de los que se utilizaban para traer el abono y el tío Trini compró un cuadro con la Virgen que tuvo siempre colgado en su casa», comenta Paulina quien relata con detalle aquél emotivo desplazamiento «en el que íbamos apiñados en el camión con nuestras alforjas para el viaje».

A lo largo de los años, Trinidad Pavón Fernández solía desplazarse, a lomos de su caballo, cada 8 de septiembre hasta el monasterio de Guadalupe para entregar un donativo y comprar unas medallas con la imagen de la patrona de Extremadura que solía regalar a familiares y amigos mientras refería el terrible trance por el que pasó. En un muro que existe en el citado recinto monástico están recogidos una serie de duros y dramáticos sucesos, que tuvieron un final considerado milagroso, entre los que aparece el que le ocurrió a Trinidad Pavón,vecino de Fontanarejo de Los Montes, un 28 de agosto de 1952.

Tras la tempestad, llegó la calma y los de fontanarejo tuvieron que hacer frente a los numerosos daños y desperfectos ocasionados por la tremenda tormenta, además de recoger utensilios, aperos y trastos desparramados por todas partes durante los minutos que duró la tormenta. Hubo quien encontró la trilla en la era de al lado y hasta quien tuvo que «buscar» el carro con estacas a varios metros de donde lo había dejado. Por otro lado, algunos vecinos del pueblo llenaron espuertas y barreños con tordos, gorriones, tórtolas y perdices que mató el abultado pedrisco.

Aquélla jornada, tensa y dramática, se recuerda cada año en Fontanarejo como una día negro en el que no se explica como no se registraron más desgracias personales, salvo el gran susto que supuso el aplastamiento y posterior rescate del tío Trinidad que se saldó con un «milagro», según el mismo refirió hasta su muerte.

 





LAS ERAS, AQUEL TERRITORIO MÍTICO

12 08 2011

Os reproduzco aquí, para que podáis leer con más facilidad, el artículo de la Asociación Amigos de Las Luminarias  del Programa de Fiestas:  «Las eras, aquel territorio mítico».

 

Si preguntáramos a un chaval de Fontanarejo por las eras, con toda seguridad, nos hablaría de la piscina o del polideportivo, dos espacios que tienen una dimensión lúdica. Sin embargo, las eras para muchos fontanarejeños, aquellos  que pasan ya de los cincuenta, son: las de Arriba, las del Prao de las Ánimas, las de Abajo, las del Muladar, las de San Agustín, etc., un espacio de referencia vital.

Para los habitantes de nuestro pueblo este territorio tuvo, en su momento, dos vertientes una de esparcimiento y otra de sacrificio: en el jugaban los muchachos del pueblo, se lidiaban toros, se realizaban actividades festivas, se empezaba a madurar y a conocer la responsabilidad del trabajo, pues la mayoría de los chavales, y en ocasiones las chicas trabajaban en las faenas de la era como “trillaores”.

En Fontanarejo, mediado julio comenzaban las faenas de la era, que se alargaban hasta mediados de septiembre. En estas tareas participaban los chavales.

A las ocho de la mañana, comenzaban las tareas del “trillaor”: bajaba con la yunta a la era para que comiera, emparvaba o volvía la parva. A las nueve se enganchaba la yunta y a trillar. Y ahí, ¡ay! comenzaba una larga y dura jornada que finalizaba a las nueve o diez de la noche.

Al comienzo del trabajo, con la “fresca”, y hasta el almuerzo, la faena era soportable; pero una vez que el “trillaor” se metía entre pecho y espalda unas buenas migas, hechas con el corazón que en ello ponían  nuestras madres, acompañadas de: chorizo, lomo, chuletas y el arrope de verdad, y con una temperatura de cuarenta grados, comenzaba un suplicio perpetuo para el susodicho.

Las eras eran, ahora, un espacio sin estreñidos, a lo largo de la mañana, se visitaban varias veces las “cerderas” (lindazos) más que para defecar para descansar, y algo curioso, nuestros pies descalzos no sentían los pinchazos de cardos, ni el suelo abrasador. Era como un terremoto con las consabidas réplicas.

Al primero que paraba la yunta, le seguían, rápidamente otros. Era  una situación incontrolable, que desquiciaba a nuestros mayores, no se acordaban que ellos, en su día, también habían hecho lo mismo.  A los pocos minutos de regresar del “cagaero”, le acosaba una sed irrefrenable, corría al sombraje para saciar tan urgente necesidad, que como se puede imaginar no era tal. Esta se combatía con hábil maestría, en la que todo buen “trillaor” era especialista, mediante pequeños tragos robando  el mayor tiempo posible al monótono  y durísimo trabajo, hasta que alguien espetaba, hiriéndote sin considerar tu lamentable estado ¡Este nos deja sin agua fresca en el zaque! ¡A trillar! que la parva no quiebra. Herido en lo más hondo regresaba a la faena.  La vuelta suponía que ya no había argumentos para no cumplir como se esperaba, pero hete aquí que, nuevamente, el “trillaor” salía corriendo sin escuchar las voces que desde la sombra daban nuestros mayores. Tenía nueva y urgente necesidad de cagar, esto, en ocasiones salía bien, y si se apiadaban, le “quitaban” de trillar un rato. Lo cual era aprovechado para recostarse un poco a la sombra, siempre mirando para el lado contrario a la parva, para no ver las señas que reclamaban su regreso al tajo. Nada le libraba, siempre le tocaba alguien para que atendiera las insinuaciones, malsanas, de quien le relevó. En fin, nuevamente al tajo.

Sobre las doce y media de la mañana,  la “garbana” era insoportable, un lujo que se permitía todo aquel que se preciaba de buen “trillaor”. Este, adormilado, trillaba por el mismo carril hasta hacer “arrollaeros” y “huebras”. Al momento, todos los “trillaores” alertados por el ruido comenzaban a gritar la famosa frase: “huebras en las eras tal, huebras de fulano”, era quizá el único acontecimiento que rompía la solidaridad entre ellos. Nuestros mayores salían del sombraje para solucionar el problema, con la consabida bronca.

La mañana se hacía eterna. Miraba miles de veces la sombra de la capilla. Esta parecía estática, no se solidarizaba con el que sufre. No caía con la celeridad deseada. La tortícolis se apoderaba del esforzado que no quitaba el ojo de la mejor y única referencia horaria. Pero no daba la batalla por perdida, era una guerra de desgaste. Volvía a la carga afirmando que la capilla ya había caído, que los de las eras tal, ya estaban soltando. Por fin, los mayores salían del sombraje con horcas o palas para volver las parvas, ahora, deseaba que eligieran volver la suya la primera, para, así, soltar y ponerse a la sombra. Una parte de la jornada había pasado. Montados en las caballerías se regresa a casa a la espera de una pequeña siesta. Antes comerá un cocido de verdad, de los de antes.

A las cuatro de la tarde, con todo el “resistidero”, deshace somnoliento el camino de la era. Retoma la  misma rutina de la mañana. Anhela que aparezca quien lleva la merendilla: aquellos gazpachos artesanos hechos con hortera y  mortero.

En ocasiones, menos de las deseadas, aparecían por las eras los heladeros. Era una gozada tomarse un helado o un refresco a las cinco de la tarde. Nadie tenía dinero, entonces aparecía la economía de trueque: por una almorzada de grano o de garbanzos conseguíamos los helados o el refresco. El trueque era una economía  de intercambio, habitual en nuestro pueblo. Durante el período de trilla, cuando se aventaba el grano, pasaban por las eras panaderos, vaqueros, peluqueros, yegüeros, cabreros, etc. para cobrar en especie los servicios prestados, a cuenta, a lo largo del año.

Al final de la tarde, cuando se soltaban las yuntas y se terminaban las ocupaciones, los chavales jugaban entre las hacinas y  peces de grano. A  esas horas, aparecían por las eras, ahora sí, con la fresca, personas que no trabajaban en estas labores. Acudían a los sombrajes donde los hombres mantenían animadas tertulias. Era el momento y el lugar donde se intercambiaban noticias y mentidero del  pueblo.

Las faenas llevadas a cabo en las eras, a pesar de su dureza extrema y de lo gravoso que resultaba su desempeño, son recordadas con verdadero cariño, quizá porque éramos unos chavales.

Recordamos con emoción a todos nuestros ascendientes: su esfuerzo, su sabiduría, su buen hacer en el desempeño del trabajo. Había, en aquel territorio, un espíritu de generosidad, de solidaridad y de concordia encomiables. La gente se ayudaba en aquellas durísimas tareas sin escatimar esfuerzos.

Nosotros llamamos a todos los fontanarejeños a coger el testigo de nuestros antepasados. Hagamos un esfuerzo por volver al camino de la cordialidad, el respeto y la solidaridad. Si ellos pudieron, nosotros podremos. Recordemos esta frase: “Si queremos podemos, y si podemos debemos”.

Felices fiestas de agosto para todos.

ASOCIACIÓN AMIGOS DE LAS LUMINARIAS DE FONTANAREJO





JOSÉ MARÍA GARCÍA MUÑOZ ASISTE AL ENCUENTRO GASTRONÓMICO Y TERTULIA «LA CARROLA»

30 05 2011

Todo el álbum:

http://www.flickr.com/photos/rnavar1952/sets/72157626715012349/

Presentación:

http://www.flickr.com/photos/rnavar1952/sets/72157626715012349/show/

Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)
Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)
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Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)Comida y cena de hermandad de la Asociación Amigos de las Luminarias (28-05-2011)

José María García Muñoz, que fuera cura-párroco en Fontanarejo entre los años 1963 a 1967, asistió como invitado de honor al último encuentro gastronómico «La Carrola» que tuvo como escenario la «Cañá La Laguna» en el incomparable marco de la Dehesa Boyal de nuestro pueblo. Le acompañaron en tan entrañable comida su hermana María José, su cuñado Edelmiro, su sobrino Pedro y su amigo Rubén. Todos degustaron una deliciosa caldereta con el  típico «revientalobos», elaborados con gran maestría culinaria por Ceferino Muñoz y Enrique Muñoz. A los postres se sirvieron desde un excelente gazpacho, pasando por unos extraordinarios calostros, así como dulces/tartas elaborados para la ocasión.

En la sobremesa se llevó a cabo una interesante tertulia en la que se dio cuerda al recuerdo de aquellos años en los que José María llevó a cabo en Fontanarejo, al margen de su tarea pastoral, otras importantes y fructíferas actividades educativas, sociales y culturales. Se habló desde «Los Montañeros», en los que participaron los niños del pueblo con sus «rincones», sus banderines y su intensa actividad; pasando por las espectaculares cabalgatas de Reyes que se organizaron cada 5 de enero durante aquéllos años; hasta su decisiva participación para crear la «Academia», toda una institución académica que funcionó en nuestro pueblo y en la que estudiaron numerosos jóvenes fontanarejeños. No faltaron tampoco las anécdotas y el entrañable recuerdo hacia la figura del que fuera sacristán de nuestro pueblo por aquéllos años, el tío Vitoriano.

La charla, que tuvo instantes muy emotivos y momentos imborrables, sirvió también para reconocer públicamente el apoyo que José María tuvo de su familia para llevar a cabo algunos de los proyectos que puso en marcha Fontanarejo como, por poner un ejemplo, la Casa Parroquial con el salón-Teleclub, un amplio y moderno recinto en el que se representaron obras de teatro y que durante muchos años incluso se utilizó para celebrar los banquetes de las bodas.

Los cinco invitados recibieron, al termino de la tertulia, el pañuelo verde distintivo de la «Asociación Amigos de las Luminarias». Todos ellos firmaron en el libro de honor  de la tertulia «La Carrola» en el que  dejaron emotivos mensajes cargados de recuerdos y de amistad. Concretamente, José María García dejó escrito este breve pero intenso mensaje:»Amo a Fontanarejo porque lo conozco».

Como se recordará, la asociación «Amigos de Las Luminarias de Fontanarejo» entregó el año pasado a José María García Muñoz el galardón «Romero Cencío» como reconocimiento público a su labor llevada a cabo en nuestro pueblo durante los años en los que ejerció como sacerdote.

Con estos encuentros, la «Asociación Amigos de las Luminarias», que convoca desde hace unos años estas comidas, trata de impulsar jornadas en las que se comparta mesa y tertulia y que sirvan por un lado para el disfrute de la gastronomía más autóctona y por otro para fomentar la cultura del diálogo, el debate, la charla y la amistad con invitados que, en su mayoría, estuvieron en nuestro pueblo por circunstancias profesionales, laborales o personales.

Por la tertulia «La Carrola» han pasado durante estos últimos años, entre otros invitados, el historiador e investigador José Ignacio Tellechea Idígoras, autor de numerosos libros y amigo personal del Papa Juan XXIII; Ernesto de Nova Sánchez, jefe de Urología del Hospital General de Elche y médico en Fontanarejo en los años setenta; Carlos Corella Anaya, alcalde de Fontanarejo desde el año 1991 hasta 1995, Tomás Villar, actual Vicario General de la Diócesis de Ciudad Real y sacerdote en Fontanarejo en los años setenta; Jesús Sánchez Valiente, que fuera cura en Fontanarejo entre los años 1967-1971 y actual profesor en Sevilla; y Antonio Sánchez Cencerrado, que ejerció como maestro en nuestro pueblo entre los años 1964 a 1968.

Todo el álbum:

http://www.flickr.com/photos/rnavar1952/sets/72157626715012349/

Presentación:

http://www.flickr.com/photos/rnavar1952/sets/72157626715012349/show/





Puebla de Don Rodrigo. Termina sin éxito la 2ª jornada de exhumación de los seis maquis

30 05 2011

Leído en:

http://www.lanzadigital.com/actualidad/termina_sin_exito_la_2a_jornada_de_exhumacion_de_los_seis_maquis-21933.html

Otros enlaces:

http://www.publico.es/379125/la-tierra-escondia-la-historia-del-manco-de-agudo

José Méndez Carrasco, padre del mítico guerrillero el Manco de Agudo./ ARMH

Foto aparecida en http://www.publico.es

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Foto aparecida en Lanza

La exhumación se está realizando en el cementerio del pueblo / Elena Rosa

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27/05/2011

Aníbal de la Beldad
Ciudad Real

La segunda jornada de trabajo para buscar y exhumar los restos de los seis maquis asesinados en 1941 en Puebla de Don Rodrigo  terminó este viernes sin éxito.

Juan Pedro Esteban Palmero, miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) que busca la los guerrilleros en su campaña de este año, los primeros trabajos se han dedicado a realizar varias catas en los lugares donde posiblemente se podrían encontrar los restos, sin que, por el momento, se hayan encontrado indicios.

Esteban Palmero comenta que los trabajos de búsqueda está previsto que se reanuden a primera del sábado, con nuevos datos aportados por los vecinos del municipio que ayer se acercaron al lugar del cementario dond e se creían que estaban los maquis.

Según Esteban, fueron muchos los vecinos de elevada edad que aportaron datos al equipo de la exhumación,  lo que ha permitido conocer algunos aspectos más de lo que sucedió el día en el que los maquis fueron abatidos en una emboscada.

Juan Arias, un hombre de avanzada edad que fue uno de las personas que participó en el traslado de los restos de los guerrilleros desde el lugar de la emboscada al cementerio donde fueron arrojados. Arias fue el encargado de trasladar dos de los cuerpos a lomos de su mula, mientras que los cuerpos de otros maquis, fueron llevados también a lomos de caballerizas al mismo lugar.

El objetivo de los trabajos de exhumación es buscar los restos de José Méndez Carrasco, padre del mítico guerrillero conocido como ‘El Manco de Agudo’, natural de Higuera de Vargas (Badajoz) y vecino de Agudo, que murió en el paraje conocido como El Alcornocal de los Bonales en Julio de 1941.

Este hombre huyó al monte junto a cuatro de sus hijos (José, Manuel, Antonio y Asunción) en noviembre de 1940 y, a excepción de su hija Asunción, todos ellos fallecieron a manos de la Guardia Civil en distintos lugares y situaciones.

El padre de ‘El Manco’
Palmero ha comentado que muchos de los miembros de esta familia murieron «trágicamente», y ahora únicamente se buscan los restos del padre, José Méndez Carrascosa, cuyos restos reclaman sus nietos, uno de los cuales, nació poco después de la emboscada que le tendió la Guardia Civil a su abuelo, debido a que su madre, que se encontraba embarazada y en el lugar de la emboscada, logró huir en aquel momento.

Junto a José Méndez Carrascosa se encuentran enterradas otras cinco personas de las que se desconoce su identidad, aunque sus estudios revelan que podrían tratarse de integrantes de la partida conocida como la del Manco de Agudo.

Según testimonios recogidos a vecinos de Puebla de Don Rodrigo, el cadáver de la única persona reclamada por sus familiares hasta el momento, José Méndez Carrascosa, fue enterrado en una fosa anónima en el cementerio de esta localidad.

Meses después, concretamente el 22 de noviembre del mismo año, una partida de guerrilleros fue sorprendida por las efectivos de la Guardia Civil dela época en un campamento que tenían en el paraje conocido como Garganta de Mogares, también en Puebla de Don Rodrigo, donde murieron cinco de sus componentes.





Blog de Isidro Muñoz Fernández

30 05 2011

Nuevos artículos en el blog de Isidro:

http://isidro-fontanarejocronologiahistorica.blogspot.com/





Un grupo de turistas toledanos se desplazarán a Fontanarejo para conocer «Las luminarias»

27 04 2011

Las «luminarias de Fontanarejo 2011» contarán este año con la asistencia de un grupo de turistas toledanos que se desplazarán desde la capital del Tajo para conocer de cerca la singular tradición local de encender  lumbres de romero verde a las puertas de las viviendas al atardecer del día 30 de abril. El autobús, fletado por la Asociación Cultural Montes de Toledo, llegará a nuestro pueblo el próximo sábado poco antes de las 17 horas con la intención de ver y fotografiar la entrada de romero en carreta de bueyes. Posteriormente recorrerán las calles del pueblo para ver los preparativos de las «luminarias». El grupo de visitantes toledanos degustará posteriormente, y tras la quema de las lumbres, un aperitivo que les ofrecerá la Asociación «Amigos de las Luminarias» que tendrá como broche gastronómico una degustación de rosquillas artesanas elaboradas a la vieja usanza, fritas en sartén para la ocasión. Las rosquillas se servirán acompañadas de la típica limonada.

Hay que recordar que esta es ya la segunda ocasión en la que una expedición toledana se desplaza hasta Fontanarejo en esta misma fecha para vivir las «luminarias». Fue en el año 2006 cuando otro autobús repleto de turistas toledanos presenció la entrada de romero en carreta de bueyes por las calles del pueblo. Posteriormente visitó la iglesia, un monumento histórico que data del siglo XV, y escuchó el canto del mayo en la Cruz montada en el salón parroquial por la Asociación de Amas de casa de Fontanarejo que, en aquella ocasión, invitaron a todos los visitantes toledanos a unas riquísimas rosquillas y a una deliciosa limonada de la que aún se acuerdan algunos de los viajeros.





LUIS MOLINA, EX CURA DE FONTANAREJO, ASISTE A LA REPRESENTACIÓN DEL MISTERIO DE ELCHE

3 11 2010

El ex cura de Fontanarejo, y siempre amigo de nuestro pueblo, Luís Molina Valverde asistió a la representación del Misterio de Elche, un drama sacrolírico de origen medieval declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Luis se desplazó desde su nuevo destino, una parroquia de Daimiel, hasta tierras ilicitanas acompañado de su padre, su hermano y otros familiares que presenciaron en directo la puesta en escena del drama asuncionista que se viene representando desde hace más de 500 años a mediados de agosto. También los años pares, como este 2010, hay representaciones el 29,30 de octubre y 1 de noviembre. Al término de la representación Luís elogió esta joya sacrolírica, en la que se recrea la muerte, asunción y coronación de la Virgen, y en la que participan más de 90 personas. Según señaló, uno de los momentos que más le emocionó es el conocido como «Ternari» en el que tres cantores, que representan a otros tantos apóstoles, entonan motetes sobre el Andador instalado en la basílica de Santa María de Elche, el singular escenario que acoge, años tras año, las representaciones del Misterio.





Nueva entrada en el blog de Isidro

21 09 2010

Nueva artículo en el blog de Isidro, en esta ocasión, sobre la iglesia del pueblo.

http://isidro-fontanarejocronologiahistorica.blogspot.com/2010/09/la-iglesia-parroquial-de-san-felipe-y.html








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